lunes, 16 de marzo de 2015

No tenía muy claro porqué hacía lo que hacía. Qué le empujaba a seguir en una dirección y no en otra. Porqué unas veces avanzaba por un estímulo pero otras se frenaba en seco. Si hablaba o leía. Si prefería los sonidos agudos o los graves de las voces. No sabía en qué momento pedir ayuda, ni si iba a recibirla o no. No sabía casi nada, pero no podía decírselo a nadie. No había ningún motivo. Simplemente no podía.
Como cuando en un sueño intentas gritar pero no te sale la voz. No sabes porqué, sólo sabes que no puedes hablar, ni alto ni bajo. Simplemente no puedes. 

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