viernes, 24 de enero de 2014

La mecedora del salón aún le echa de menos. Y mis oídos, que se sentaban a escuchar sus historias, unas detrás de otras, sin pausas, ni relación entre ellas. Contaba la vida con los ojos, mientras su cuerpo se quedaba cada vez más triste. A veces se callaba y bajaba los párpados haciendose el dormido. Cuando ninguno mirábamos, se sonreía relamiéndose al pensar cómo cambiaría el siguiente final.

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